IMO BARCELONA

Eduardo Cadaval.

 Localizado en la zona alta de Barcelona, el Instituto de Microcirugía Ocular (IMO), forma parte de una nueva serie de equipamientos edificados a lo largo de la Ronda de Dalt; un cinturón vial construido en el contexto de las olimpiadas del 92 y que se a probado como una de las transformaciones urbanas más importantes para la vida diaria de la Barcelona contemporánea.

La Ronda de Dalt es también una línea divisoria (en muchos casos más imaginaria que real) entre la ciudad y la montaña. El edificio del IMO se sitúa en el límite de la trama urbana del barrio acomodado de Sant Gervasi y el comienzo del parque Collserola, la reserva natural más grande de la ciudad. Esta condición de límite entre la ciudad construida y sus espacios naturales es probablemente una de las claves para entender un edificio que voluntariamente renuncia a la monumentalidad al soterrar más del 60% de su área construida. Una postura de respeto sobre el posible impacto que una edificación de gran escala pudiera generar en el área; una actitud de diálogo con el entorno que lo lleva a disolver sus límites en busca de conseguir fundirse con un paisaje urbano y natural a la vez.

Esta condición ambigua entre naturaleza y urbanidad, se ve reflejada en la propuesta del edificio. Éste, se integra a la topografía de la sierra, pero no pretende apropiarse de su lenguaje; de hecho es una construcción totalmente geometrizada y por lo tanto altamente artificial; energía vectorizada emergiendo de la montaña.

El edificio se estructura en dos áreas claramente diferenciadas: la parte de la luz, zona pública, de recepción e interacción entre pacientes y familiares; y una parte oscura, de consultas y quirófanos con orden ortogonal y rigurosa eficiencia. Esta parte es un cuerpo ordenado y compacto, que se entierra en su totalidad generando una oscuridad absoluta en la zona de quirófanos. Es en la parte de la luz donde la arquitectura se permite grandes artificios tanto en la construcción de espacios como con el tratamiento e incorporación de la iluminación natural. Un continuo de rampas tejen un enjambre que construye una variedad de espacios singulares, de juegos de claroscuros y vistas que arropan y enriquecen al resto de los espacios del conjunto.

Es en el tejer, en el arropar donde se dan las grandes virtudes de la propuesta: esa filigrana frontal es el cuerpo y la inteligencia del proyecto, donde se resuelven en gran medida las apuestas del edificio. La definición de una fachada respetuosa y distanciada a la ronda, a la que se afronta con un ligero giro que responde a un posicionamiento de cara a la ciudad y a las vistas que ésta brinda; la relación a través de patios y juegos de luz, de cadencias de silencio, desde un espacio interior individualizado a un espacio exterior extremadamente público; la creación de un espacio exterior construido, vivido y incorporado al edificio como espacio interior, común a los tres niveles superiores y que es capaz de borrar la barrera espacial que suponen los forjados entre ellos. Una fachada de aire contenido por planos plegadizos y aterrazados.

Para explicar la esencia del proyecto Llinás hace referencia a un manto con el que cubre el edificio, -aquello tan prohibido por el movimiento moderno-, dice. Un lenguaje que comenzó con la biblioteca Jaume Fuster y que ha continuado explorando en proyectos recientes. Un giro lúdico de un prolífico arquitecto que con sus edificios ha sabido enriquecer la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad en la que vive y trabaja, una profunda huella de sensibilidad arquitectónica y calidad urbana.

Crítica del Instituto de Microcirugía Ocular de Barcelona para la revista Domus publicada en el número 930.

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